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miércoles, 17 de febrero de 2010

31 de octubre

Un acontecimiento demasiado importante en mi vida era la fiesta que realizaba mi familia del día de los disfraces; todos los primos nos disfrazábamos colorida y variadamente y nuestro abuelo que desafortunadamente ya falleció, nos compraba a cada uno una bolsa de confites, otra de frunas y demás golosinas que todo niño quiere degustar, por si el la calle no nos daban.
Mi tío que era un amante de los dulces, en esos años no era casado y mucho menos tenía hijos, entonces dedicaba todo su sueldo a sus sobrinos, el trabajaba en un estadero cerca a el aeropuerto de Rionegro llamado “el encanto” y todos los días después de que llegaba de trabajar nos traía una caja de sparkies, y el 31 de octubre además de que nos invitaba a comer, nos llevaba a burrolandia a que comiéramos todos los dulces que pudiéramos hasta hastiar, jugar en sus atracciones y sobre todo montar a burro.


Los 31 era un gran día de integración de mi familia, mi tía María (ya fallecida) decoraba la casa del abuelo para cuando llegáramos de burrolandia nos sorprendiéramos; mi mamá por su parte cocinaba unos ricos postres como el de las tres leches, el de melocotón, de fresas y muchos más, y por último nos colocaban a ver una película infantil alusiva al día, y cada tío, cada tía, mi abuelo y mi mamá, nos acostaban a todos a dormir, porque tanto ese día como en ocasiones especiales amanecíamos todos en la casa del abuelo.

Esta tradición de mi familia actualmente se perdió, debido a la muerte de mi abuelo la familia se desunió, demás ya los únicos niños que hay son los hijos de mis primos y ellos ya están con sus nuevas familias, pero yo si continuo haciéndolo, me encanta disfrazarme cada año y no me importa la edad que tengo, eso se lleva en el corazón.

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